lunes, 27 de abril de 2009

Infidelidades mutuas y confidecias

Cuando iba al instituto todavía era aprendiz de mala pécora (aunque sigo aprendiendo, eso por descontado). Una de las amigas de la pandilla, Mari la "Marquesa", si es que a esa piara de zorras se las puede llamar amigas, me eligió como su confidente.

No tengo ni idea del motivo por el que tomo esa decisión, pero el caso es que la tomó. La llamábamos la marquesa porque se daba un aíre que ni los monarcas absolutistas. Trataba a casi todo el mundo como si fueran siervos de la gleba. Se mostraba deliberadamente distante y fría, como si fuera un ser superor. Eso excitaba a casi todos los chicos del instituto que la veían como si fuera un trofeo.

Un día me confesó que sospechaba que su novio se acostaba con otra. Me costó mucho fingir que no lo sabía. Tuve que hacer un esfuerzo importante para parecer sorprendida, porque me había acostado con su novio. Pensé que me había pillado y estuve apunto de declararme culpable, pero quería saber como lo había descubierto. Además no me parece justo que ella le fuera infiel a su novio y su novio no le pudiera ser infiel a ella.

Ella interpreto el desasosiego que yo sentí en el momento de sentirme descubierta como solidaridad con ella. Me sonreí para mis adentros y respiré aliviada, pero puede que solo estuviera jugando bien sus cartas y me quisiera pillar en un renuncio. Al fin y al cabo yo no era la única aprendiz de mala pécora que había por allí, por lo que siempre hay que andarse con precaución y siempre utilizar la astucia.

Poco a poco fui sonsacándole los motivos por los que sospechaba que su novio le era infiel, aunque decir que era su novio es exagerar un poco. Él era el chico con el que públicamente se dejaba ver y con el que no era secreto que mantuviera relaciones, pero según lo que ella contaba a la pandilla se había pasado por la piedra a la mitad de los chicos de la clase y si damos fe a chascarrillos ajenos podríamos decir que también se había acostado con los de las otras dos clases del instituto.

Reconstruyendo los acontecimientos a partir de la información que ella me había proporcionado y o que yo sabía, aunque ella desconocía, es decir, los momentos que habíamos pasado él y yo a solas pude determinar que había una tercera chica con la que se había acostado.

Me costó bastante fabricar una historia coherente en la que el se acostara con la tercera para que la marquesa la descubriera por si misma sin que yo se lo contara. No es bueno que el muy porcino sepa que soy yo quien le ha contado a ella que he descubierto su infidelidad con otra persona porque el sacaría a la luz su infidelidad conmigo al verse acorralado para ponerla también en mi contra.

Afortunadamente todo salio bien y pude continuar escuchando las confidencias de la marquesita hasta que ambas terminamos el bachillerato.

5 comentarios:

  1. Jugar a dos bandas suele dar muchos dolores de cabeza y entrañar demasiado riesgo.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. interesante tu blog. En realidad me estás dando la razón ;) Yo no soy mala... de verdad! no tengo malicia ni sé actuar como una mala pécora... de hecho, creo que debería seguir tu blog para aprender un poco porque a veces me han pegado cada puñalada...


    un saludo, pecorilla! me gusta tu blog :)

    ResponderEliminar
  3. Gracias por los halagos, aunque no por ellos me vas a caer mejor, pero que te guste el blog denota tu exquisito sentido estético.

    El modo de vida de las malas pécoras de cuidado tampoco es el mejor del mundo. Al final la paranoia en algunas ocasiones es peor que la candidez.

    ResponderEliminar
  4. la gente te dice un embuste para sacarte una verdad. posiblemente sospechara de ti. pero tu te llevaste el premio a la peor pécora, porque las que las matamos callando somos las mejores peores pécoras. ha! ha! ha!
    un abrazo pecoroso!

    ResponderEliminar

A las pecorillas nos gustan los cotilleos y la polémica, así que nútreme con tu opinión.