viernes, 8 de mayo de 2009

En el coche

Ayer por la tarde iba conduciendo por una avenida de un polígono volviendo de trabajar cuando un conductor se me tocaba con el claxon para que le dejara paso, por donde no cabían más vehículos.

Odio a esa clase de conductores. Puede que sean magníficas personas cuando no van al volante, pero en cuanto cogen al automóvil la personalidad les cambia, no como a mí que soy pécora con o sin automóvil.

Al grano, que ese hombre quería intimidarme. No sé si porque opina que circulando casi al límite de la velocidad máxima permitida le parece que voy lento o porque tiene ganas de empotrarse contra las zanjas de la obra que ha comenzó por la mañana en la rotonda, de la cual no debe saber nada, a juzgar por su estilo de conducir.

El primate en cuestión tenía especial interés por adelantarme. Supongo que al impedir que me adelantase le estaba poniendo nervioso, pero en realidad le estoy salvando la vida, porque si corre un poco más se va a estampar de mala manera contra las obras. Pero no lo hago por él.  Lo hago por mi. Si el se estampa es mejor para todos. Un parado menos, ya que su puesto de trabajo queda vacante y la gente de asistencia en carretera está entretenida desincrustando su vehículo de una excavadora de gran tonelaje. Lo malo s que se queda su vehículo cruzado bloqueando el paso yo tengo que esperar a que venga la grúa a retirarlo, y eso no me apetecía en absoluto.

Como no me dejaba adelantar me tocaba el claxon, y a una le halaga que le silben por la calle y le dediquen piropos, pero los bocinazos acompañados de improperios no estoy dispuesta a tolerarlos, así que lejos de amedrentarme y cederle el paso decidí hacerme fuerte y molestarle yo a él más de lo que me molestara a mi.

Y si debo ser sincera tengo que decir que siendo civilizados es más fácil molestar a cualquier animal histérico que está fuera de sus casillas y no razona. Primero me dediqué a ir despacio durante una manzana entera. ya que toca la bocina que la toque con motivo. Cuando digo que me dedique a ir despacio me refiero a ir muy despacio. Si tiene prisa que abandone su vehículo y caminé. Tardará menos.

Se estaba poniendo muy nervioso y decidió intimidarme rozando mi parachoques trasero con su vehículo. Estaba siendo muy poco razonable. No solo toca el claxon en una situación en la que no está permitido, sino que además no mantiene la distancia de seguridad y se dedica a intimidarme. Muy mal. Si hubiera sido amable me hubiera puesto a un lado aunque me hubiera supuesto detenerme y le hubiera dejado pasar.

Ahora estaba realmente cabreado, es decir, donde yo quería tenerlo. El siguiente trecho fue mucho más divertido. A mitad de manzana me dediqué a acariciar el pedal de freno suavemente. Lo justo para que se encendiera la luz de freno, pero que no se activaran los frenos. Hice esta maniobra dos veces.

De esta manera conseguí aumentar mi distancia con él, ya que pensando que iba a detenerme tuvo que frenar en seco dos veces. No obstante aceleró y se me volvió a pegar detrás. Y cuando digo pegado es que podía ver en el retrovisor claramente que hoy no se había lavado los dientes.

Lo divertido vino casi a la salida del polígono, en el cambio de rasante que hay justo antes de la rotonda en obras. Apreté los dientes, me preparé, y pulsé a fondo el pedal de freno. El en lugar de frenar continuó a la misma velocidad y se acabó chocando con mi parachoques. Justo como yo esperaba.

Indignado bajó del automóvil y se apresuró a acercarse a mi ventanilla y exigirme a las malas que me bajara del automóvil. Realmente no había sido una colisión grave. Solo un toque de poca importancia. No necesitaba bajarme del automóvil para saberlo. Afortunadamente en ese momento llegó al lugar un grupo de trabajadores de la construcción que habían visto a su vehículo embestir al mío y que habían acudido en mi defensa.

Bajé del automóvil, miré al individuo fijamente, me aclaré la voz y le pedí formalmente los papeles del seguro. Rellené con diligencia los documentos mientras examinaba los daños en ambos vehículos y tomé los datos de algunos obreros como testigos del accidente.

Afortunadamente los daños del vehículo son bastante ligeros y ya tengo hora para llevar esta tarde el coche al taller para que pinten la zona afectada.

La moraleja de esta historia es que tanto en la carretera como en los demás aspectos de la vida es mejor no ladrar mucho e ir amedrentando a los demás sin necesidad, al menos antes de saber quienes son, porque te puedes cruzar con una mala pécora de cuidado que tal vez no pueda evitarte, pero que tampoco quiera hacerlo.

Un saludo de viernes y cuidado en la carretera. No es que os vaya a echar de menos, claro, aunque he aprendido a odiaros un poco y me fastidiaría tener que aprender a odiar a gente nueva.

2 comentarios:

  1. Pues el coche no creo que lo coja mucho este finde porque tengo que trabajar... :(

    A veces pienso en comprarme un coche en el desguace, e ir repartiendo justicia entre los que se saltan los cedas, los que te van "lamiendo el culo" (como en tu caso), etc, etc... Así, cuando tengan que pagar la subida de la cuota del seguro, se acordarán de que las normas de circulación tienen su utilidad!

    mmmhh... yo también te odio! jaja!

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  2. qué rabia me da que se peguen así y vayan de listos grrrrrrrrrr

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A las pecorillas nos gustan los cotilleos y la polémica, así que nútreme con tu opinión.