martes, 26 de mayo de 2009

Pardillo

Aparece el imbécil de mi becario tras u rato de ausencia.
- ¿Dónde estabas?  - Le espeto. - Te he llamado a la planta 17 y no estabas.
- He ido al sótano a por un café. - Responde con miedo.
- Tu eres tonto ¿No sabes que hay una máquina de café el la planta 17?
- Si que lo sé. Me estaba sacando uno cuando ha aparecido un hombre de traje y pelo blanco y me ha dicho que en esa sala solo toman café los ejecutivos, que los becarios tenemos que ir al sótano.
- ¿Y tú le has hecho caso?
- Pues claro.
- Retiro lo dicho. No eres tonto, eres un pardillo. ¿Quien es el hombre de pelo blanco?
- En realidad no es de pelo blanco, es rubio de pelo casi blanco, como de 45 años, alto, con porte de jefe.
- ¿Pelopaja?
- Si ese.
- Ahora mismo lo arreglo con él. Ven conmigo.

Agarré una carpeta con documentos que tenía que entregar en la planta 17. Ya que voy aprovecho el viaje para hacer cosas productivas de verdad. Llamé al ascensor y durante el ascenso le di un minidiscurso sobre el no dejarse pisotear.

Subo a la planta 17 y encuentro a Pelopaja sentado en su mesa. Pelopaja es uno de los ejecutivos de cuentas de la compañía, pero lleva años sin traer clientes nuevos, aún así es uno de los intocables. Intocables para los jefes, claro, porque eso a mi me la suda.

- Hola Pelopaja.
- Hola Pecorilla. ¿Qué haces por aquí?
- Venía a entregar unos documentos para la gente de Marketing pero necesito graparlos. Déjame tu grapadora.
- Aquí la tienes, dice sonriendo mientras me entrega en mano su grapadora.
- ¿Conoces a este chico? - digo refiriéndome a mi becario que está detrás de mi como un perrito faldero.
- Si es un becario pringao. - Replica.
- Mala respuesta.

¡Clank' ¡Clank! ¡Clank! ¡Clank' ¡Clank! ¡Clank!

Grapé la corbata de Pelopaja contra la mesa. y continué poniendo grapas hasta que se acabaron las que había puestas en la grapadora. Cogí la caja de grapas de encima de la mesa y recargué la grapadora lista para grapar más cosas. Todos los que estaban allí me miraron atónitos. Incluido el becario.

- Éste es mi becario. Me pertenece. Sus manos son mis manos, sus oídos son mis oídos y sus ojos son mis ojos. Si os metéis con él os metéis conmigo, y ya sabéis lo que le sucede a quien se mete conmigo. Ahora a lo vuestro. Aquí no se os ha perdido nada.

Pelopaja me miraba con la mandíbula desencajada.

- Pero si solo quería reírme un poco.
- Yo también, por cierto, le debes 50 céntimos del café. No tients a la suerte porque la próxima vez te grapo el traje a la silla.
Cogí de nuevo mi carpetilla con los documentos y pasé al despacho para entregárselos a su destinatario. Después me marché de allí con la misma naturalidad con la que había llegado seguida por mi becario, que aunque bastante pardillo es buen chico y poco a poco aprende a no dejarse pisotear, aunque claro, esto no lo he hecho por él, lo he hecho por mi. Hay que marcar claramente el territorio y si creen que pueden hostigar a la gente de mi entorno sin sufrir represalias están muy equivocados.
Esto es todo por hoy.

4 comentarios:

  1. Jejej! Sólo te falta ir echando meaditas por el edificio para marcar el territorio...

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  2. Así se ahce oye...que a tu becario le puedes putear tú, y punto
    Un besazo!

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  3. @Las meaditas no son necesarias. Una tiene más clase, o al menos intenta aparentarlo.

    @Nebulina: Claro que puedo putear al becario, pero prefiero putear solo en caso de necesidad. Bastante puteado está solo con recordarle que es un becario y que no tiene ni Seguridad Social.

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  4. Jejeje! No era más que una referencia al mundo animal ;)

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