miércoles, 13 de mayo de 2009

Tengo un arma secreta

Estoy conectada remotamente a su estación de trabajo.

Paseo por su correo personal. No soy una cotilla. Sólo me estoy documentado. Hay que conocer al enemigo y utilizar ese conocimiento para derrotarle. Soy la dueña de la mayor parte de su identidad digital, solo que aún no lo sabe. Si respeta mi neutralidad yo no tomaré partido en la guerra. Si por el contrario inicia acciones hostiles le destruiré sin piedad.


Acaricio el botón del ratón. Sería tan fácil pulsar ese botón y acabar ya con él. Tengo el conocimiento. Tengo el plan y tengo la motivación. Siento euforia. Me gustaría verle pidiendo en la calle, arrastrándose como un mendigo. Nunca se habría visto un castigo semejante desde que se escribió el Conde de Montecristo.
Solo con pulsar el botón podría acabar con mi adversario, laboralmente hablando claro, pero hoy no es el día. No me gusta comenzar las guerras y hoy no será una excepción. Me guardaré el arma secreta hasta que me obligue a utilizarla y de momento me conformaré con las armas convencionales.

Si utilizo el arma secreta perderé la posibilidad de excitarme pensando en la posibilidad de preguntarme que pasaría si la utilizara. Elimino un par de caracteres de la dirección de correo electrónico del campo 'para' de su correo electrónico, no sea que el arma se dispare accidentalmente y se precipiten acontecimientos.

Me sonríe con inocencia que sé que es fingida. Le devuelvo la sonrisa con una mueca de satisfacción auténtica mientras hecho un último vistazo a la sesión que tengo abierta en su estación de trabajo y me apresuro a cerrarla. Un último escalofrío de placer recorre mi cuerpo.

La batalla tendrá que esperar.




2 comentarios:

A las pecorillas nos gustan los cotilleos y la polémica, así que nútreme con tu opinión.